Como agua de junio.

Ya hemos comentado en otros artículos que muy pocas veces la predicción acerca de lo que nos deparará el verano suele ser benigna. Pero quizá este año había fundamentos de sobra para preveer lo que parecía una campaña complicada en toda la zona oriental peninsular que incluye la mayor parte de la provincia de Cuenca. Un mes de mayo caluroso y seco nos trajo incendios forestales con comportamientos más propios de pleno verano que de primavera. Los incendios forestales empezaban a tener relevancia (no sólo mediática) antes de lo habitual y todos nos preparábamos para lo peor.

A mediados de mayo las laderas insoladas (izquierda) mostraban comportamientos de media-baja intensidad en Villar de Olalla (Cuenca).


A pesar de que las siembras mantenían cierto verdor, la vegetación forestal se resentía ante la ausencia de lluvias.

Pero desde finales de mayo cambiaron las tornas, volvieron las temperaturas frescas y los chubascos. Los primeros días fue de forma débil e intrascendente, pero finalmente la lluvia apareció cuando más falta hacía, al menos desde el punto de vista de los incendios forestales. En el mes de junio la vegetación se ha recuperado de parte del estrés hídrico que sufría por la falta de precipitaciones desde enero.

Aspecto de los montes de Cuenca tras la granizada del 17 de junio.



¿Hasta que punto estas lluvias tardías pueden influir en el comportamiento de los incendios durante el verano? Si analizamos la relación entre la cantidad de lluvia caida durante el mes de junio y la superfice forestal afectada por los incendios forestales durante la época de peligro alto (meses de junio a septiembre) obtenemos el siguiente gráfico.

                  Nota: Se ha excluido del gráfico los datos del año 94 para poder apreciar las diferencias entre el resto de años.

Los datos reflejan la misma tendencia que comentábamos el año pasado con las lluvias primaverales: a partir de unos 50 mm, la influencia de las lluvias de junio puede llegar hasta finales del verano. Por tanto, en el caso de esa cifra sea rebasada, la probabilidad de que tengamos una campaña tranquila es muy alta.

Los datos son alentadores. En las zonas donde teníamos mayor estrés hídrico se han superado incluso los 70 mm de preciptación, pero en otras partes de la provincia no llegan a 45 mm. Al menos, hemos conseguido un respiro, pero las sucesivas olas de calor que vengan  podrían revertir la situación en los meses de agosto y septiembre. La expriencia del año 2003 con el gran incendio forestal de Buendía nos enseña que a pesar de recibir precipitación en junio, las fuertes continentales saharianas pueden mermar drásticamente el estado hídrico de las masas forestales. Si a esto le añadimos una distrubución irregular de precipitaciones, el resultado es un eventual potencial de incendios fuera de capacidad de extinción tras las olas de calor. Es evidente que no podemos bajar la guardia, no en vano seguimos en la época de peligro alto por incendio forestal. Aunque quizá esto de las épocas de peligro es algo que se deba tratar en otro post.



Incendio de Buendía (Cuenca) en 2003


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